Por Gabriela Denavi. Consultora del curso Planificación y Gestión de Proyectos I+D+I en la Industria Alimentaria.
El desarrollo de productos alimenticios innovadores, que lo sean en una forma realmente radical está, por definición, basado en el descubrimiento anticipado de una necesidad en el consumidor, más que en necesidades detectadas pre-existentes. Por lo tanto, la información acerca de comportamientos de consumo y preferencias actuales no provee asistencia directa para la innovación en este campo. A pesar de los esfuerzos de la industria por crear una cultura de la alimentación que resulte más excitante y que provea de experiencias más atractivas, los largos períodos entre las grandes innovaciones son una constante en la industria de los alimentos.
Una de las razones podría ser el hecho de que ésta no es una industria tecnología-dependiente de manera exclusiva, y que además es una industria en la cual es difícil distinguir entre productos similares, sumado a las barreras impuestas para el ingreso a los mercados y las dificultades para el uso de patentes u otras formas de propiedad intelectual basadas en el sector alimenticio. Entonces, lo que suele suceder es que muchos productores deciden desarrollar me too’s en lugar de invertir en procesos de innovación. Esto implica que la metodología para la innovación y el desarrollo de nuevos productos en la industria de alimentos necesita con urgencia volverse más enfocada, cuantitativa, rápida y basada en el conocimiento, y no depender únicamente en la suerte de encontrar consumidores a los que le agraden los productos que se decidieron vender.
El mayor reto ante las nuevas tecnologías parece ser la comprensión y conocimiento de los consumidores de éstas, y la consiguiente aceptación de dicha tecnología en un contexto alimentario. Además, se cree que el conocimiento que el consumidor tiene sobre las técnicas de producción alimentaria y la literatura científica es bastante limitado.
Esto lleva a la pregunta: ¿Quién debe educar a los consumidores? Normalmente las empresas no piensan que sea su responsabilidad.
Los problemas de comunicación se consideran una barrera más. Toda comunicación debe centrarse en los beneficios (y no en las características) de la tecnología. La comunicación debe ser simple, con un lenguaje no técnico, realzando los aspectos positivos y, si es posible, evitando aumentar las preocupaciones. Todo esto también es aplicable a las comunicaciones con los distribuidores, no solo con los consumidores finales.
Otra de las barreras para la adopción de nuevas tecnologías de los alimentos identificada por los distribuidores es la devolución de la inversión. El aumento progresivo de los costos de producción se considera un aspecto prohibitivo, al igual que los costes de marketing para definir o crear un nuevo mercado. Se cree que los fabricantes con una marca asentada tienen tanto los recursos como el poder comercial para cubrir estos riesgos.
El último gran impedimento es el contexto normativo. Los gobiernos deben proteger las tecnologías y ser conscientes de las consecuencias de algunos marcos regulatorios (como los requisitos de etiquetado) en la percepción de los consumidores.
La industria alimenticia se encuentra en un estado de comoditización, batallando en una guerra de precios con bajos márgenes de ganancias. Las perspectivas se basan entonces en conseguir un agregado de valor en una industria hipercompetitiva. La innovación permite crear mercados, diferenciarse y aumentar el valor percibido de los alimentos. La zona de innovación es donde existe mayor potencial de impacto, esto es, donde se cruzan las necesidades con las tendencias.
Las empresas son plenamente conscientes de que la innovación es una variable estratégica determinante para la obtención de ventajas competitivas, y es uno de los principales factores de transformación económica, social y de desarrollo de los países avanzados. Las organizaciones han mutado de estar centradas en mano de obra y capital, a establecer como factores críticos, la tecnología, el conocimiento, la formación y el capital intelectual, marcando la economía basada en, y dirigida por, el conocimiento.
La innovación no es un evento estático. Por el contrario, es un proceso dinámico que oscila y fluye a través del tiempo y puede dejar muchos beneficios, incluyendo crecimiento de los ingresos, disminución de costos, nuevos productos, procesos y servicios, o mejora de los existentes.